El Poder del Inconsciente
- @vitastudium
- 9 jul 2020
- 5 Min. de lectura
Actualizado: 5 ago 2020
Alejandro González, Licenciado en Administración de Empresas de la ESADE en Barcelona, España.

El inconsciente juega un papel mucho más importante de lo que creemos en la vida de las personas, es realmente quien gobierna nuestras vidas y en quien nos debemos enfocar si queremos vivir en verdadera libertad. Carl Gustav Jung, una figura prominente en el campo de la psicología, decía que ‘Hasta que no hagas consciente aquello que está en tu inconsciente, este dominará tu vida y tú le llamarás destino’. Esta poderosa declaración explica y contesta muchas de las preguntas que como seres humanos nos hacemos todos los días: ¿Por qué me pasa lo que me pasa? ¿Por qué se repiten situaciones en mi vida? ¿Por qué Dios, la vida o el mundo están en contra de mí? ¿Por qué no soy feliz? ¿Por qué tengo mala suerte? ¿Cómo dejo de sufrir? ¿Por qué a pesar de haber logrado los objetivos que me he planteado en mi vida no me siento exitoso? Y muchas más. En nuestro inconsciente se encuentran todas las respuestas.
El inconsciente está formado por la programación que adquirimos como seres humanos y como habitantes de este mundo. Dicha programación está compuesta por dos grandes pilares: 1) la información genética que recibimos de nuestros padres y 2) las experiencias que vivimos desde que estamos dentro del vientre de nuestra madre. En el primer caso, me refiero a que toda la carga genética que tenemos en nosotros proveniente de nuestros padres y que determina nuestras características físicas, nuestra propensión a ciertas enfermedades y en general toda nuestra corporalidad, no termina ahí. Dicha información es también el vehículo de transmisión de la información referente a las grandes experiencias vividas no sólo por nuestros padres sino por nuestros abuelos y los padres de ellos. En nosotros se materializa, de alguna manera o de otra, la programación de dolor, de abuso, de prosperidad o de éxito que vivieron aquellos que nos anteceden en nuestro árbol genealógico. La Epigenética es el campo de estudio que analiza cambios en nuestros genes, que no alteran el ADN y que son heredables. En el segundo caso, las experiencias que vivimos en nuestra propia vida una vez que hemos sido concebidos nos marcan. Cada experiencia que vivimos, ya sea buena o mala, nos provee de información. Esa información nueva nos genera emociones, esas emociones son traducidas y racionalizadas por la mente en forma de pensamientos y esos pensamientos, la mayoría de las veces, se convierten en creencias. A lo largo de toda nuestra vida nos vamos haciendo de creencias que forman nuestra manera de ver el mundo, de percibirlo. Es así como se forman nuestras opiniones, nuestros posicionamientos, nuestros gustos y preferencias en términos de lo que consideramos deseable o no deseable, lo que consideramos bello o feo, lo que juzgamos bueno o malo, moral e inmoral. Son esas creencias los lentes a través de los cuales vemos todo el mundo, nuestro lugar en él y con los que juzgamos nuestras propias acciones y las de los demás. Nuestra exposición a la vida en sociedad en la que vivimos y nos desarrollamos contribuye de manera poderosa a la adopción involuntaria de creencias ya que permanentemente en la televisión, en la música, en el radio, en internet, en el cine, en el teatro, en la literatura y en nuestra convivencia social y familiar se nos adjudican creencias en forma de consejos, refranes populares, letras y enseñanzas de generación en generación que sin darnos cuenta y sin cuestionar adoptamos como nuestras.

Toda esta programación se encuentra asentada en nosotros y no lo sabemos. Creemos que somos libres, estamos convencidos de que tomamos nuestras propias decisiones y vivimos seguros de ejercer nuestro libre albedrío en todo momento. Sin embargo, la realidad es otra: vivimos en una ilusión, vivimos rehenes de nuestra propia programación y esclavos de la información genética que existe en nuestro interior. Realmente no elegimos nosotros mismos, sino la programación y por lo tanto no somos libres y vivimos dormidos. Entonces, ¿Cómo puedo despertar? ¿Cómo puedo ser dueño de mi propia vida? ¿Cómo puedo hacer consciente mi inconsciente? Lo primero es tener un claro deseo y una profunda convicción de querer despertar y de querer ser libre, de vivir en paz consigo mismo pase lo que pase en el mundo exterior, siempre. Hemos de aceptar que todos los que estamos en este mundo hacemos siempre nuestro mejor esfuerzo, lo mejor que podemos dadas nuestras condiciones únicas e irrepetibles de vida. Hemos de reconocer que toda nuestra carga genética, como información y energía que es, no se puede destruir, únicamente se puede transformar y trascender. Siempre estará en nosotros. Hemos también de evaluar y cuestionar todos nuestros valores, nuestras creencias, todo lo que nos han dicho nuestros padres, abuelos, el sistema educativo, las películas y las noticias para poder así quitar el ruido y la niebla que nos impide vernos y escucharnos a nosotros mismos. De igual manera, es imprescindible iniciar un proceso de auto indagación, de exploración interior, para analizar qué experiencias en nuestra vida recordamos como más dolorosas, determinantes o traumáticas ya que en esas experiencias subyacen las respuestas a nuestros problemas diarios. Es fundamental comprender que el inconsciente es atemporal y para él sólo existe el momento presente. No reconoce ni el pasado ni el futuro. De tal manera que si una persona vive una experiencia traumática en algún punto de su vida y no la procesa y no la trasciende, la represión de esas emociones quedará guardada en el inconsciente y se manifestará en el momento presente de la persona a través de síntomas físicos, enfermedades y experiencias y personas que tengan que ver con la información reprimida. Este ciclo se repetirá de manera continua hasta que la persona haga conciencia de aquello que reprime y sea capaz de trascender la experiencia.
El inconsciente no entiende de palabras ni de pensamientos, entiende sólo de emociones y es aquí donde debemos poner nuestra atención. ¿Cuál es la emoción asociada a cada acción que emprendo en mi vida? Y es aquí donde está la clave de la trascendencia de nuestra información y del logro de nuestra libertad: la coherencia. Actuar en coherencia quiere decir alinear lo que sentimos, lo que pensamos y lo que hacemos. Es simple y sencillamente hacer todo lo que realmente queremos hacer y dejar de hacer todo aquello que en realidad no queremos hacer. Puede parecer una obviedad, pero es el reto más grande al que como personas nos podemos enfrentar. Actuar en coherencia implica tomar las riendas de nuestra vida, hacernos responsables de lo que nos sucede, dejar de culpar a otros por nuestros problemas y renunciar a juzgar a los demás, porque nos damos cuenta que nosotros, y sólo nosotros, somos la causa de absolutamente todo lo que nos pasa. Ni Dios, ni la mala suerte, ni los demás, ni el destino. Única y exclusivamente nosotros. Nuestra información en acción. Nuestro inconsciente al volante del coche de nuestra vida.
Hagamos consciente nuestro inconsciente y vivamos en auténtica libertad.
Comments